Cada mañana las maestras llegan muy prontito a Escolasofia para despertar a las muñecas, abrir las ventanas y prepararlo todo para recibir a los niños y las niñas que poco a poco van llegando a la escuela. Cuelgan su abrigo en el perchero con su nombre y se calzan las zapatillas de estar por casa para entrar en el aula. Dentro sus maestras están preparando la merienda, remendando algún juguete o tejiendo una mantita para la muñeca mientras cantan una linda melodía. Saludan cariñosamente a cada uno, y entonces los niños y niñas se disponen a jugar libremente, mientras otros piden poder ayudarles con sus quehaceres. Todos los días llevamos a cabo una actividad artística para desarrollar la parte anímica y fortalecer la voluntad de cada niño: un día se hace el pan que se merendará al día siguiente, otro se pinta con acuarelas, se modela con cera de abeja, se dibuja con bloques de ceras o se realizan diferentes manualidades con lana, hilos, fieltro, etc. según la época del año. Esta forma repetitiva ayuda al niño a seguir un ritmo interior que fortalece la seguridad en sí mismo. Cada actividad se acompaña de unas canciones con imágenes de la época que los niños imitan y repiten con alegría.
A media mañana llega el momento de recoger. Las maestras cantan la canción y empiezan ellas mismas a colocar los elementos de juego, nombrando al leñador encargado de recoger los troncos en su cesta, a la ardilla que hará lo propio con las piñas, al pastor que acompañará a los animales al establo, al cocinero que colocará la cocinita y sus enseres o a la mamá o papá que llevará a las muñecas a dormir en sus camitas. Cuando todo está en su lugar, se reúnen en el corro para cantar y danzar algunas canciones, decir alguna rima o poema y hacer juegos de dedos o juegos sociales, todos ellos relacionados con el momento del año en el que estemos. De esta manera los niños viven las épocas en su interior. En el corro nos miramos a los ojos, trabajamos el ritmo, la lateralidad, la memoria, la dicción, el observar…
Entonces se limpian las manos y se sientan en la mesa muy bien preparada con todo lo necesario para la merienda. Siempre tenemos fruta acompañada por el cereal que cambia según el día de la semana. Empezamos a comer todos juntos tras dar las gracias con un verso y desearnos buen provecho. Al terminar, entre todos recogemos la mesa y nos preparamos para salir a jugar a fuera. Si llueve, también. Nos ponemos nuestros trajes de agua y ¡es el día más divertido!
En el jardín nos espera otro tiempo de juego libre en el exterior donde pueden correr, saltar, trepar, escalar, subirse a los árboles, columpiarse, deslizarse por el tobogán, hacer equilibrios con los troncos, desenterrar huesos de dinosaurio, cobijarse en las casas de madera o cocinar delicias en los areneros. Siempre hay alguno que quiere ayudar a las maestras. Hay mucho por hacer: regar las plantas, quitar las hierbas, podar, sembrar, barrer, recoger las hojas secas de los árboles en el otoño, aflojar la arena, etc.
Hacia el final de la mañana, se recoge el jardín y se sube al aula de nuevo para el cuento. Un sencillo cuento que sigue las estaciones del año. Empieza narrándose y poco a poco se va enriqueciendo con gestos, con pequeños ayudantes que ya se saben los diálogos y acaba por ser teatralizado por los mismos niños que representan los personajes. Ocasionalmente, y con motivo de alguna celebración especial, el cuento se narra con la ayuda de un pequeño teatrillo de mesa. Se crea un momento muy especial, mágico, en el que los niños y niñas se sumergen en las imágenes del cuento que les nutrirán anímicamente. Al terminar nos despedimos con una corta canción hasta mañana.
La pedagogía Waldorf se sirve del ritmo para crear una respiración armoniosa que aporta salud en los cuerpos en formación de los pequeños. Es decir, el juego libre en el aula es un momento de expansión, le sigue uno de contracción o recogimiento con el corro y la merienda, en el jardín se vive otro momento de expansión y terminamos la mañana con el recogimiento del cuento.
Es muy importante en estos años el trabajar la bondad. Queremos que el mundo a su alrededor sea bueno, que se sientan seguros y confiados y que los valores aportados les acompañen también en su vida adulta.